Domingo XXI durante el año (Ciclo B)
Por un lado, muchos discípulos de Jesús dejan de seguirlo: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?"
En un tono que parece de cierto dolor, Jesús les pregunta a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Pero Pedro, tomando la palabra y contestando en nombre de todos, responde: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna".
Pensaba en esta situación de muchos que se alejan.
Pensaba que hoy en día somos testigos de lo mismo. Luego de la pandemia, muchos dejaron de venir a misa. No sólo eso, sino que otros, al no poder venir a misa, sintieron que no perdían nada... "Dejé de venir y no pasó nada"... Vemos cómo con cada nueva generación se va deshilachando nuestra fe... Ya no hay tantos matrimonios, hay menos bautismos... La catequesis familiar pierde su fuerza... Los padres se preguntan por qué sus hijos ya no tienen fe...
Primera pregunta: ¿qué genera esto en nosotros? dolor, enojo, desilusión, tristeza... Distintos sentimientos que en el fondo hablan de nosotros y de nuestra relación con Dios.
Esto nos lleva a otra pregunta: Los que se fueron, ¿alguna vez estuvieron? Uno está tentado a decir que no, sin embargo no parece tan fácil. Porque lo vemos en los sacerdotes que dejan el ministerio o en los matrimonios que se separan. ¿Hubo amor y se perdió? ¿O nunca hubo amor? El que se fue, ¿alguna vez estuvo?
Y esto nos lleva entonces a la pregunta final: ¿Qué significa estar? ¿qué significa irse? Me da la sensación de que cuando pensamos en esto, pensamos en lo más fácil, en lo más "medible": ir a misa. Los que venimos a misa, estamos. Los que no vienen, no están.
Pero esto no es tan sencillo como parece.
Cuando en los Hechos de los Apóstoles se habla de los primeros cristianos, se dice que "Todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones". Esta descripción nos habla de cuatro o cinco cosas: reunirse asiduamente, escuchar las enseñanzas de los apóstoles, participar en la vida común (y poner sus bienes en común), participar en la fracción del pan y en las oraciones. Cada una de estas acciones representa un aspecto de nuestra fe: aprender de Jesús, compartir la vida y los bienes (es decir, vivir una vida nueva), celebrar (esto es la fracción del pan) y rezar... Todo esto en comunión. Es decir, que ser cristiano, seguir a Jesús, estar en lugar de irse, implica todas estas cosas...
Podríamos decir que quien no viene a misa sólo está dejando de celebrar su fe, pero si busca amar y si reza... no es que dejó del todo de seguir a Jesús. Cabría preguntarnos si los que celebramos la fe habitualmente también intentamos amar y rezamos todos los días. Porque si no, tal vez se podría decir de nosotros que también hemos dejado de seguir a Jesús.
La fe madura implica todas estas dimensiones. Pidámosle al Señor que nos ayude a madurar en la fe.
Actualización: Predicación en la misa de 11.30
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