Domingo XVIII durante el año Ciclo B
Un sacerdote ya mayor, que había dedicado su vida a un gran trabajo social, comentaba amargado: “Si la gente quiere arreglar su casa, me viene a ver a mí. Pero si quiere rezar, se va con los evangélicos.”
Jesús está intentando que no le pase lo mismo. No quiere llegar a la cruz y decir: “Le di de comer a mucha gente, pero cuando les hablé de Dios, nadie me escuchó.” Por eso, aprovecha que la multitud lo busca para hablar de Dios, para elevar la mirada al cielo y descubrir que todo don es don de Dios.
Uno podría pensar a primera vista que Jesús se equivocó al dar de comer a la multitud con cinco panes y dos pescados. Si su intención era hablar de Dios, podría haber ido directamente al punto. Alguno le podría decir a Jesús: “Mirá que mal te fue, que te tuviste que esconder porque la gente lo único que quería era el pancito. No tendrías que haber repartido el pan, sino directamente tendrías que haber hablado de Dios.”
Tal vez nosotros pensamos así porque estamos divididos. Pensamos lo material y lo espiritual por separado. Nosotros tendemos a separar las cosas en lugar de unir. Pensamos lo material y lo espiritual como cosas separadas. Pero eso es una tentación. Jesús, que es una persona integrada, entiende lo material como signo de lo espiritual.
Por eso Jesús nos respondería: “No creas que me equivoqué. Mirá cuánta gente me busca. Mira a toda esta multitud. Ahora que tengo su atención, los voy a invitar a descubrir que hay algo más que el pan que llena el estómago. No es un error, es una estrategia.”
Nosotros podemos aprender de Jesús y preguntarnos cómo vivimos nuestra fe y cómo la proponemos. Podríamos pensar si no somos los que buscamos a Dios por los milagros que nos puede dar. Jesús nos diría: “No está mal, para eso lo hice. Pero te invito a algo más. No te quedes en el chiquitaje.” Como imagen paradigmática, podríamos decir que le pedimos “riqueza” (y no me refiero sólo a lo material sino a las cosas de este mundo) a aquel que nació y murió desnudo… Lo único que tiene para darnos es el amor que es pura entrega.
Podríamos pensar si no somos los que despreciamos lo material porque sólo buscamos un espiritualismo que nos hace desentendernos del mundo. Esto es tan grave como lo anterior. En el evangelio pudieron encontrarse con Jesús los que recibieron el milagro de los panes. Los que se quedaron rezando en su casa, también perdieron a Jesús.
Y, por último, podríamos pensar en nuestra tarea evangelizadora. ¿Qué signo vamos a poner nosotros para que las multitudes vengan y podamos hablarles de Jesús y del Reino? Tal vez tengamos que aprender todavía de la pedagogía de Jesús.
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